EL PODER DE
CALIFICACIÓN
Criticar, censurar y enjuiciar
Hay
quienes tienen la mala costumbre de criticar toda situación, persona o
condición, cuando no se ajusta a la medida de sus gustos o convicciones. La
crítica destructiva, como hábito social, resulta una forma de conducta bastante
común actualmente. Nadie piensa en los alcances que este sutil veneno que se va
infiltrando para socavar las bases de individuos honestos, de instituciones que
deberías ser respetadas.
El
poder de calificación se relaciones con la Ley de Mentalismo para fines
evolutivos. Es el motor de la creatividad en el sentido de que modela la vida
individual, la canaliza hacia lo que llaman “destino”. Las creencias son
producto de la calificación, de pensar que algo es así o de otra manera para,
luego, expresarlo con palabras. Al calificar, se da una orden y todo se pone en
acción con el fin de crear realidades concretas en bien o en mal. Este tremendo
poder va marcando los pasos en la vida con justicia, con sabiduría, da lo suyo
a cada persona, lo que exactamente le corresponde por sus merecimientos.
Si
la calificación fuera siempre positiva, sería una maravilla, pues no surgirían
situaciones desagradables ni situaciones difíciles por confrontar; pero sucede
frecuentemente al revés a nivel de multitudes, lo cual ha envenenado el mundo
en gran medida. Nunca mala calificación es buena por tener desastrosos
resultados. La crítica malsana envenena.
Calificar
significa criticar, censurar, no estar de acuerdo, presentar un enfoque
equivocado con intención de causar daño, de molestar, de perturbar a otras
personas y dejarlas en mal lugar ante los demás individuos que están o no
presentes.
No
hay verdad en ninguna calificación, porque todo enjuiciamiento desagradable
procede del yo humano del razonador intelecto. El yo humano no tiene sabiduría
alguna por consiguiente, suele hablar a la ligera sin dar importancia a lo que
dice. Algunas calificaciones son producto del egoísmo personal, de intereses
creados o proceden del orgullo dominante, de la vanagloria; otras provienen de
criterios estrechos y limitados por falta de comprensión, de amor. Muchas
facetas tiene la calificación en negativo y ninguna es recomendable en
absoluto.
Calificar
significa decir: “Esto está mal, yo lo haría mejor, tal cosa no sirve” echar
por tierra los buenos esfuerzos de otros con el consiguiente derrumbe de
ilusiones y esperanzas. La crítica maligna es tan destructiva como una bomba de
alta potencia que, al caer en medio de una situación, envuelve a las personas
en confusión hasta que al final, la bomba explota y todo lo destruye. Nadie
dice nada ni se protege de la explosión invisible hasta que ya es demasiado
tarde. Entonces, la enemistad se manifiesta como consecuencia y se producen la
discordia, el rencor para separar a quienes antes se amaban y estuvieron juntos
compartiendo experiencias en la vida.
Enjuiciar
en negativo puede ser comparado al esfuerzo de un agricultor que riega un campo
por capricho, sin fundamento alguno, porque ya el campo está bien cuidado. Ese
mal hábito es también como el trabajo de un habilidoso sastre que viste a la
gente con ropajes nuevos, inventados a la moda y según su manera peculiar; pero
sin consultar a los clientes.
No
conviene calificar ni enjuiciar en negativo, porque esto no ayuda a nadie ni
soluciona ninguna situación. Sucede al contrario: Refuerza la condición, la
pone más grande. Además, abruma a la persona que se está criticando, la baja de
vibración, la pone triste, la deprime, no le da oportunidad para poder
levantarse, de manera que muy poco podría rectificar al comprender su error.
Es
mejor ser comprensivos, pacientes ante los errores ajenos porque el Amor viene
siendo el gran bálsamo que todo lo suaviza y lo resuelve. Ponerse en el lugar
de los que se han equivocado y proceden mal, puede ayudar mucho. Cuando alguien
piensa: Si yo estuviera ahí y actuara de esa manera, ¿cómo me gustaría que me
tratarán? Ese enfoque mental puede desmoronar la calificación más rigurosa y
despiadada porque a nadie le gusta ser humillado, verse mal parado ni que lo
menosprecien.
Tener
comprensión no significa caer en debilidades por ser bonachón, demasiado
condescendiente. Todo en su justo límite debe estar. Se precisan la firmeza, la
seguridad para poder decir por el amor: “¡Levántate, que yo te ayudo a
rectificar!”. No algo así: “¡Húndete más, porque eres malo y no mereces nada!”.
Como lo que das te dan, si ofendes, hieres y menosprecias, tú serás herido,
ofendido y menospreciado por Ley de Retribución (Causa y Efecto). Eso no
convine a nadie.
Con
frecuencia, oímos calificaciones así: Tal señor es un sinvergüenza, el otro un
desgraciado miserable que no merece perdón, ¡Ese bandido sin corazón! ¡Ese
muerto de hambre que no tiene ni camisa que ponerse! Quienes así hablan, tan a
la ligera, no piensan en el poder de la palabra. Con un proceder tan
intrascendente, van sembrando bombas, por todas partes y la explosión luego se
les devuelve aumentada. ¿Quién quiere tener en sus manos una bomba de alta
potencia? ¡Una bomba invisible con mecha encendida y todo! Cuando explota de
improviso, regala sufrimiento, sobresalto, destrucción. Mente que genera, mente
que recibe lo suyo. Es la ley del imán que atrae sin saber ni apenas darse
cuenta, todo lo que se le parece, por afinidad. Por donde el imán va pasando,
recoge cosas, las incorpora a la sustancia de sus puntas. Así también, la
crítica perjudicial atrae desdichas para uno mismo.
No
hay que calificar, pues esto resulta muy dañino. Todos tienen su luz interna
que los guía. Si se disciplinan para avanzar espiritualmente, podrán distinguir
la verdad del error. No se debe poner resistencia a la voz interior cuando
avisa. Para poder oír se precisa ser humildes de corazón. El humilde crece ante
los ojos que ven y casi nunca censura. Quien se cree grande y poderoso enjuicia
demasiado porque sólo mira con los ojos de la superficial apariencia.
Tal
camino evolutivo es diferente en cada persona. Cada individuo tiene sus medios,
su ambiente y condiciones de vida, sus motivaciones por esto, muchos actos
ajenos pueden no ser comprendidos porque no encajan en los patrones de otras
personas, gustos e ideas. Nunca la hoja de un árbol es igual a otra hoja
cualquiera, por más árboles que haya en el mundo. Examinadas cuidadosamente,
todas las hojas son diferentes. Igualmente, ningún ser humano es como otro sin
sus deseos, sus planes de vida, sus motivos. Al enjuiciar según el propio
patrón de conducta, se comete un grave error y pueden causar daño.
La
generalidad de la gente acostumbra a convivir con sus defectos o apariencias,
se autodisculpa siempre cuando alguien lo advierte. Algunas personas son
demasiado condescendientes con sus errores; aunque muy acusadoras con respecto
a los fallas de carácter y aspectos negativos de los demás. Hay una marcada
tendencia a resaltar cualquier detalle no correcto, pequeño error o deficiencia
por insignificante que parezca, agrandarlo con comentarios añadidos para
lanzarlos sin control en el ambiente. Esto asombra causa impacto. Cada vez va
siendo más deformado por el común decir, hasta que ya nada se parece a lo que
pasó. La costumbre de calificar lo que sea, de enjuiciar y censurar va
lanzando, a la atmósfera, multitud de egrégores que quedan allí flotando,
perturban a los ciudadanos en su común vivir, a pesada efluvia se cuela y todo
lo distorsiona.
Cualquier
condición en la que se pone el poder de la atención aumenta por acumulación de
energía. No conviene fijarse en lo malo para no hacerlo crecer y atraerlo hacia
uno mismo. Lo que tú criticas entra en tu mundo y lo envenena. Por esto, no es
de extrañar que quien se la pasa comentando la infidelidad de los esposos
ajenos vea, de pronto, que eso mismo le está pasando a ella en su propio hogar.
Es un ejemplo para ilustrar el tema.
Desarrollemos
la interna comprensión, la tolerancia, demandemos siempre la verdad para que la
perfección se manifieste dentro de amplios límites, sin ningún enjuiciamiento
negativo para nadie ni en nada. Este es el camino del equilibrio con la
serenidad de los justos que no se inclinan extremadamente hacia la derecha ni
hacia la izquierda, por lo tanto, si ahorran tiempo y esfuerzos, llegarán a su
meta más rápido, con menos dificultades por confrontar en la vida.
Algo
importante queda por aclarar y es lo siguiente: No calificar consiste en no
caer en enjuiciamientos negativos, no hablar ni pensar mal de otros, pero esto
no quiere decir que se anulen al razonamiento, la facultad de analizar ante
cualquier condición adversa por miedo a calificar. Para algo, está la razón. La
capacidad de pensar hay que utilizarla. Ante cualquier problema que se presente
o situación confusa, lo mejor es decir: Le
quito poder a esto y voy a analizarlo para saber la verdad. Amada Presencia:
Dame la suficiente comprensión para que yo pueda entender. Invoco la Verdad, el
Poder de mi Presencia aquí. De este modo, evitaremos desviarnos del camino
correcto, caer en graves errores que podríamos lamentar después.
En
estos tiempos de falsos profetas, cuando tantos líderes espirituales aparecen
con intentos de llevar ovejas a su rebaño, hay que estar alerta, bien claros y
seguros de manera que, por no calificar, no vayan a caer en redes ajenas que
los desvíen. Cualquier falso profeta o líder de esos tiene gran fuerza
magnética y sabe envolver a los inocentes. Por ser puras e inocentes ovejas, no
deben salir perdiendo al sumarse al rebaño ajeno que no es el de su propia
evolución ni lo que les corresponde según su plan de vida. Ese error, que llega
por curiosear, hace perder mucho tiempo porque luego se precisa, de nuevo,
reencontrarse a sí mismos y el camino correcto se les puede cerrar.
Calificar
y decir la verdad son cosas antagónicas. Hay quienes califican, censuran
despiadadamente pero creen estar en lo cierto; sin embargo, todo se conoce por
sus frutos, que son los resultados de los hechos. Cuando la calificación golpea
y causa daño, hay una gran evidencia de falta de amor y verdad. Siempre,
quienes califican se creen superiores.
La
carga energética de enjuiciamiento en negativo produce depresión, desilusión,
falta de ánimo para responder y levantarse de nuevo. Si, en lugar de tenderle
una mano con amor y comprensión, siguen criticando a esa persona, sucede que la
hunden inevitablemente. Así pasa con los nadadores en el mar: Cuando alguien
quiere salvar a un medio ahogado, no lo agobie con su propio peso, sino que
aligere la pesadez de quien está en peligro para que pueda ser rescatado.
Sucede también que quien se ahoga se aferra a su salvador y lo hunde.
Hay
que erradicar la mala costumbre de calificar, enjuiciar y criticar, pues es muy
dañina: Hunde al criticado y no les deja resurgir, crea karma en los
enjuiciadores criticones, lo cual llenará de dificultades sus vidas, envenenará
el ambiente, nunca producirá buenos frutos a nadie.
La
crítica que llaman “inocente” suele ser superficial maledicencia; por lo tanto,
genera karma. La murmuración y malsano enjuiciamiento cosechan más graves
consecuencias por la mala intención, porque ningún mal lanzado contra otras
personas proporciona buenos resultados. A nadie que no purifique ni controle su
palabra (Poder del Verbo) le irá bien en la vida.