miércoles, 30 de septiembre de 2015

El Poder de Calificación

EL PODER DE CALIFICACIÓN
Criticar, censurar y enjuiciar

         Hay quienes tienen la mala costumbre de criticar toda situación, persona o condición, cuando no se ajusta a la medida de sus gustos o convicciones. La crítica destructiva, como hábito social, resulta una forma de conducta bastante común actualmente. Nadie piensa en los alcances que este sutil veneno que se va infiltrando para socavar las bases de individuos honestos, de instituciones que deberías ser respetadas.

            El poder de calificación se relaciones con la Ley de Mentalismo para fines evolutivos. Es el motor de la creatividad en el sentido de que modela la vida individual, la canaliza hacia lo que llaman “destino”. Las creencias son producto de la calificación, de pensar que algo es así o de otra manera para, luego, expresarlo con palabras. Al calificar, se da una orden y todo se pone en acción con el fin de crear realidades concretas en bien o en mal. Este tremendo poder va marcando los pasos en la vida con justicia, con sabiduría, da lo suyo a cada persona, lo que exactamente le corresponde por sus merecimientos.

            Si la calificación fuera siempre positiva, sería una maravilla, pues no surgirían situaciones desagradables ni situaciones difíciles por confrontar; pero sucede frecuentemente al revés a nivel de multitudes, lo cual ha envenenado el mundo en gran medida. Nunca mala calificación es buena por tener desastrosos resultados. La crítica malsana envenena.

            Calificar significa criticar, censurar, no estar de acuerdo, presentar un enfoque equivocado con intención de causar daño, de molestar, de perturbar a otras personas y dejarlas en mal lugar ante los demás individuos que están o no presentes.

            No hay verdad en ninguna calificación, porque todo enjuiciamiento desagradable procede del yo humano del razonador intelecto. El yo humano no tiene sabiduría alguna por consiguiente, suele hablar a la ligera sin dar importancia a lo que dice. Algunas calificaciones son producto del egoísmo personal, de intereses creados o proceden del orgullo dominante, de la vanagloria; otras provienen de criterios estrechos y limitados por falta de comprensión, de amor. Muchas facetas tiene la calificación en negativo y ninguna es recomendable en absoluto.

            Calificar significa decir: “Esto está mal, yo lo haría mejor, tal cosa no sirve” echar por tierra los buenos esfuerzos de otros con el consiguiente derrumbe de ilusiones y esperanzas. La crítica maligna es tan destructiva como una bomba de alta potencia que, al caer en medio de una situación, envuelve a las personas en confusión hasta que al final, la bomba explota y todo lo destruye. Nadie dice nada ni se protege de la explosión invisible hasta que ya es demasiado tarde. Entonces, la enemistad se manifiesta como consecuencia y se producen la discordia, el rencor para separar a quienes antes se amaban y estuvieron juntos compartiendo experiencias en la vida.

            Enjuiciar en negativo puede ser comparado al esfuerzo de un agricultor que riega un campo por capricho, sin fundamento alguno, porque ya el campo está bien cuidado. Ese mal hábito es también como el trabajo de un habilidoso sastre que viste a la gente con ropajes nuevos, inventados a la moda y según su manera peculiar; pero sin consultar a los clientes.

            No conviene calificar ni enjuiciar en negativo, porque esto no ayuda a nadie ni soluciona ninguna situación. Sucede al contrario: Refuerza la condición, la pone más grande. Además, abruma a la persona que se está criticando, la baja de vibración, la pone triste, la deprime, no le da oportunidad para poder levantarse, de manera que muy poco podría rectificar al comprender su error.
            Es mejor ser comprensivos, pacientes ante los errores ajenos porque el Amor viene siendo el gran bálsamo que todo lo suaviza y lo resuelve. Ponerse en el lugar de los que se han equivocado y proceden mal, puede ayudar mucho. Cuando alguien piensa: Si yo estuviera ahí y actuara de esa manera, ¿cómo me gustaría que me tratarán? Ese enfoque mental puede desmoronar la calificación más rigurosa y despiadada porque a nadie le gusta ser humillado, verse mal parado ni que lo menosprecien.

            Tener comprensión no significa caer en debilidades por ser bonachón, demasiado condescendiente. Todo en su justo límite debe estar. Se precisan la firmeza, la seguridad para poder decir por el amor: “¡Levántate, que yo te ayudo a rectificar!”. No algo así: “¡Húndete más, porque eres malo y no mereces nada!”. Como lo que das te dan, si ofendes, hieres y menosprecias, tú serás herido, ofendido y menospreciado por Ley de Retribución (Causa y Efecto). Eso no convine a nadie.

            Con frecuencia, oímos calificaciones así: Tal señor es un sinvergüenza, el otro un desgraciado miserable que no merece perdón, ¡Ese bandido sin corazón! ¡Ese muerto de hambre que no tiene ni camisa que ponerse! Quienes así hablan, tan a la ligera, no piensan en el poder de la palabra. Con un proceder tan intrascendente, van sembrando bombas, por todas partes y la explosión luego se les devuelve aumentada. ¿Quién quiere tener en sus manos una bomba de alta potencia? ¡Una bomba invisible con mecha encendida y todo! Cuando explota de improviso, regala sufrimiento, sobresalto, destrucción. Mente que genera, mente que recibe lo suyo. Es la ley del imán que atrae sin saber ni apenas darse cuenta, todo lo que se le parece, por afinidad. Por donde el imán va pasando, recoge cosas, las incorpora a la sustancia de sus puntas. Así también, la crítica perjudicial atrae desdichas para uno mismo.

            No hay que calificar, pues esto resulta muy dañino. Todos tienen su luz interna que los guía. Si se disciplinan para avanzar espiritualmente, podrán distinguir la verdad del error. No se debe poner resistencia a la voz interior cuando avisa. Para poder oír se precisa ser humildes de corazón. El humilde crece ante los ojos que ven y casi nunca censura. Quien se cree grande y poderoso enjuicia demasiado porque sólo mira con los ojos de la superficial apariencia.

            Tal camino evolutivo es diferente en cada persona. Cada individuo tiene sus medios, su ambiente y condiciones de vida, sus motivaciones por esto, muchos actos ajenos pueden no ser comprendidos porque no encajan en los patrones de otras personas, gustos e ideas. Nunca la hoja de un árbol es igual a otra hoja cualquiera, por más árboles que haya en el mundo. Examinadas cuidadosamente, todas las hojas son diferentes. Igualmente, ningún ser humano es como otro sin sus deseos, sus planes de vida, sus motivos. Al enjuiciar según el propio patrón de conducta, se comete un grave error y pueden causar daño.

            La generalidad de la gente acostumbra a convivir con sus defectos o apariencias, se autodisculpa siempre cuando alguien lo advierte. Algunas personas son demasiado condescendientes con sus errores; aunque muy acusadoras con respecto a los fallas de carácter y aspectos negativos de los demás. Hay una marcada tendencia a resaltar cualquier detalle no correcto, pequeño error o deficiencia por insignificante que parezca, agrandarlo con comentarios añadidos para lanzarlos sin control en el ambiente. Esto asombra causa impacto. Cada vez va siendo más deformado por el común decir, hasta que ya nada se parece a lo que pasó. La costumbre de calificar lo que sea, de enjuiciar y censurar va lanzando, a la atmósfera, multitud de egrégores que quedan allí flotando, perturban a los ciudadanos en su común vivir, a pesada efluvia se cuela y todo lo distorsiona.
           
            Cualquier condición en la que se pone el poder de la atención aumenta por acumulación de energía. No conviene fijarse en lo malo para no hacerlo crecer y atraerlo hacia uno mismo. Lo que tú criticas entra en tu mundo y lo envenena. Por esto, no es de extrañar que quien se la pasa comentando la infidelidad de los esposos ajenos vea, de pronto, que eso mismo le está pasando a ella en su propio hogar. Es un ejemplo para ilustrar el tema.

            Desarrollemos la interna comprensión, la tolerancia, demandemos siempre la verdad para que la perfección se manifieste dentro de amplios límites, sin ningún enjuiciamiento negativo para nadie ni en nada. Este es el camino del equilibrio con la serenidad de los justos que no se inclinan extremadamente hacia la derecha ni hacia la izquierda, por lo tanto, si ahorran tiempo y esfuerzos, llegarán a su meta más rápido, con menos dificultades por confrontar en la vida.

            Algo importante queda por aclarar y es lo siguiente: No calificar consiste en no caer en enjuiciamientos negativos, no hablar ni pensar mal de otros, pero esto no quiere decir que se anulen al razonamiento, la facultad de analizar ante cualquier condición adversa por miedo a calificar. Para algo, está la razón. La capacidad de pensar hay que utilizarla. Ante cualquier problema que se presente o situación confusa, lo mejor es decir: Le quito poder a esto y voy a analizarlo para saber la verdad. Amada Presencia: Dame la suficiente comprensión para que yo pueda entender. Invoco la Verdad, el Poder de mi Presencia aquí. De este modo, evitaremos desviarnos del camino correcto, caer en graves errores que podríamos lamentar después.
           
            En estos tiempos de falsos profetas, cuando tantos líderes espirituales aparecen con intentos de llevar ovejas a su rebaño, hay que estar alerta, bien claros y seguros de manera que, por no calificar, no vayan a caer en redes ajenas que los desvíen. Cualquier falso profeta o líder de esos tiene gran fuerza magnética y sabe envolver a los inocentes. Por ser puras e inocentes ovejas, no deben salir perdiendo al sumarse al rebaño ajeno que no es el de su propia evolución ni lo que les corresponde según su plan de vida. Ese error, que llega por curiosear, hace perder mucho tiempo porque luego se precisa, de nuevo, reencontrarse a sí mismos y el camino correcto se les puede cerrar.
           
            Calificar y decir la verdad son cosas antagónicas. Hay quienes califican, censuran despiadadamente pero creen estar en lo cierto; sin embargo, todo se conoce por sus frutos, que son los resultados de los hechos. Cuando la calificación golpea y causa daño, hay una gran evidencia de falta de amor y verdad. Siempre, quienes califican se creen superiores.

            La carga energética de enjuiciamiento en negativo produce depresión, desilusión, falta de ánimo para responder y levantarse de nuevo. Si, en lugar de tenderle una mano con amor y comprensión, siguen criticando a esa persona, sucede que la hunden inevitablemente. Así pasa con los nadadores en el mar: Cuando alguien quiere salvar a un medio ahogado, no lo agobie con su propio peso, sino que aligere la pesadez de quien está en peligro para que pueda ser rescatado. Sucede también que quien se ahoga se aferra a su salvador y lo hunde.

            Hay que erradicar la mala costumbre de calificar, enjuiciar y criticar, pues es muy dañina: Hunde al criticado y no les deja resurgir, crea karma en los enjuiciadores criticones, lo cual llenará de dificultades sus vidas, envenenará el ambiente, nunca producirá buenos frutos a nadie.


            La crítica que llaman “inocente” suele ser superficial maledicencia; por lo tanto, genera karma. La murmuración y malsano enjuiciamiento cosechan más graves consecuencias por la mala intención, porque ningún mal lanzado contra otras personas proporciona buenos resultados. A nadie que no purifique ni controle su palabra (Poder del Verbo) le irá bien en la vida.

Agrupaciones y Movimientos Espirituales


Agrupaciones y Movimientos Espirituales


            Las ideas negativas proyectadas por la Otra Polaridad, son diferentes y variados. A través de reuniones, que vienen siendo como especie de congresos, ellos planifican campañas de expansión, como atacar y ser muy efectivos. Escogen como preferencia a agrupaciones y movimientos espirituales correctos en los cuales interfieren para crear separatismo, confusión, dividir y acabar con todo eso. Por medio de sugestiones negativas e ideas extrañas, siembran descontento, malestar, enfrentan a unos contra otros con dudas y temores.

            Para ello, estudian las debilidades personales, los desaciertos cometidos con buena fe, los agrandan y agravan. A unos los desvalorizan y a otros los ensalzan. “No das la talla, no sirves, no te valoran ni te prestan atención, estás perdiendo el tiempo”. Resaltando las fallas de sus compañeros, el disgusto y desánimo que hay, aprovechan al máximo del malestar reinante y refuerzan telepáticamente todo lo negativo exagerándolo grandemente, con el fin de crear una explosión energética que acabe con todos los esfuerzos realizados. También, infiltran recelos, malos entendidos; pero, principalmente, atacan al dirigente principal por medio de la solapada difamación y la calumnia para desprestigiarlo y dejarlo solo.

            De esta manera, los magos negros invisible atacaron a Madame Petrova Blavatsky, cuando fundó la Teosofía en la ciudad de Nueva York, dividieron a la Sociedad Teosófica, enfrentaron  a unos contra otros, lanzaron agresiones contra la fundadora y la calumniaron. Los que estaban más cerca y menos de podía pensar fueron los instrumentos: Annie Besant y el Coronel Olcott, en quien Madame Blavatsky confiaba.

            Para separar, dentro de esas agrupaciones, a unos de otros, utilizan la Ley de Polaridad en negativo. Por ejemplo cuando alguien manifiesta una baja estima, le proyectan orgullo espiritual, vanagloria; si tiene fuerte voluntad, hacen brotar la terquedad proveniente de la parte humana. La sensualidad la llevan hacia el extremo de la sexualidad exagerada y la amistad la convierten en amiguismo. De esta manera, van sacando a valiosos servidores que, resentidos, heridos y confundidos, se alejan e incluso arremeten contra los dirigentes.

            Quienes formen parte de movimientos espirituales correctos y grupos en los que vean manifestarse esas situaciones, estén alerta, defiendan la verdad y no permitan que los separen ni los alejen porque, si están allí, es porque les corresponde por sus méritos y por derecho de conciencia. El mayor logro que se puede alcanzar viviendo en Tercera Dimensión (Planeta Tierra), es servir a la Luz, lo cual hace avanzar muchísimo en la evolución. No permitan que la Otra Polaridad les arrebate su tesoro.


Amada Reina de la Luz